En el año 2002 se comienza a implementar en República Dominicana el voto preferencial para los diputados; hasta la fecha eran enviados a la JCE en listas cerradas, es decir, las cúpulas partidarias antes de las elecciones seleccionaban quienes serían sus representantes en la cámara baja, había que estar "frío" para llegar a dicha lista en un número bajito y poder salir "electo". En el 2020 se implementa el voto preferencial para regidores y vocales, de igual manera antes de esa fecha eran enviados a inscripción a la Junta Central Electoral en listas cerradas. Aquel que no estaba en "Alaska" con la cúpula partidaria, la oligarquía política y con los poderes fácticos del país no tenían ningún tipo de posibilidad de aspirar ni a suplente del suplente y menos a diputado.
El romance entre cúpula partidaria o dirección de partido con los candidatos era buena, amor puro, frases como "el líder", "el príncipe", "ese si es bueno", "mi papá", "el león", "mi presidente", entre otras, son algunas de las frases para alimentar el ego del que podía ponerte en esa lista para salir "electo" por el pueblo. Pero como la novela de romance de Jane Austen "Orgullo y Prejuicio", los prejuicios sociales parecen hacer imposible la unión entre las cúpulas partidarias y la base del partido.
Los que ayer eran buenos para pelear mi candidatura, los que me ponían en número bajito para salir electo, los que bajaban línea para apoyarme en la base y salir electo en la primaria, los que eran buenos para defender mi reserva con el aliado y los que ayer me garantizaron incluso recursos para mí proyecto, hoy son malos, porque ahora no me han respondido con los empleos para mi, para mí "gente" que en muchos casos consiguen los empleos y primero piensan en la familia y no en el dirigente o compañero que se fajó hombro a hombro a buscar los votos. Entonces olvidamos que ese partido, el que nos garantizó participar ayer y que hoy porque perdieron las elecciones o ganaron y aún no me han nombrado, ese partido no sirve.
"Los ingratos no tienen memoria" Anónimo. Cada proceso electoral cuenta de varias etapas en dónde la dirección partidaria y la base estructural deben caminar juntos. La base debe valorar el trabajo tesorero de la cúpula en su justa dimensión y la cúpula debe entender que sin la estructura de la base no existen los canales adecuados para transformar la simpatía en votos. Los ingratos de la cúpula nunca van a valorar que un dirigente de barrio pueda mover más gente que ellos y los ingratos de las bases nunca van a entender que un dirigente de la cúpula tenga una silla en la mesa para negociar y consensuar grandes acuerdos.
Como políticos debemos cuidarnos de los ingratos y entender el rol que juega cada ente político.
Rodolfo Santos